miércoles, 18 de febrero de 2009

Carnaval

- ¿Qué hace tu padre?
- Morirse.

Me quedo pensando un rato. Se supone que todos los padres hacen algo. Trabajan y mantienen a sus familias, o están en el paro y son mantenidos por sus mujeres. ¿Qué es tu padre? Mi padre no es nadie; es alguien que lleva muriéndose mucho tiempo. Ocupa una cama en una casa, se alimenta por un tubo que le engancharon hace tiempo en el estómago, y sufre indeciblemente esperando que su muerte sea lo menos dolorosa posible. Cada día muere un poco, esperando no morir nunca del todo.

A veces me siento en su cama y rezo para que se muera. No creo en Dios, pero rezo igualmente a algo que supongo por encima de mí, de nosotros. Llévatelo, hijo de puta, pero no funciona. Y ahora que estoy lejos, en los carnavales de Venecia, cuando el teléfono suena pienso que es mi madre quien me llama para decirme que monte en el primer avión que salga para España y quizá, con algo de suerte, llegue a cogerle la mano antes de que se muera. Para mi madre esas cosas son importantes. Mi madre que me informa de sus pequeñas mejorías, que me cuenta con una alegría incomprensible que mi padre ha sonreído cuando le ha hablado de mí, que los médicos le han encontrado algo mejor, y que quizá no sea hoy el día, que quizá sea mañana o dentro de unos meses cuando su cuerpo no pueda sufrir más. Mi madre, aferrada a ese cuerpo y a esa cama, mi madre planchando mientras llora, en bata y zapatillas, en el silencio de esa casa de cuerpos muriéndose, de almas muriéndose, donde un día, antes de los carnavales de Venecia, antes de Madrid, yo también sufría y rezaba sin poder salir de esa cama y de esos cuerpos que tanto me pesaban.

Y ahora los carnavales, las máscaras en las calles, las plumas de colores, las faldas vaporosas subiendo y bajando los puentes, los ojos de los turistas siguiendo ávidos el sensual vaivén de los abanicos en manos de mujeres disfrazadas al borde del canal. Camino entre la gente; mariposas de purpurina pintadas en los rostros, niños disfrazados que lanzan confeti, gorros de bufón, arlequines. Y llego a casa buscando el calor de la oscuridad de mí cuarto, mis libros sobre la mesa. Me siento sobre la cama y espero. No sé el qué, creo que espero a que lleguen las ganas de hacer algo, que mi cerebro decida qué es lo que quiere hacer de mi cuerpo. El cerebro dice, coge el libro de Philip Roth, cógelo y lee unas páginas, luego cánsate y llama a alguien que te rescate de tu falta de ganas verdaderas. Lo abro siendo consciente de mi futuro inmediato, dándole la dictada tregua de unas páginas al Mal de Portnoy. De repente oigo música. Viene de la habitación de mi compañero de piso, habitación llena de guitarras, de teclados. Soy incapaz de leer con música. Pienso que las cosas deben hacerse una por una, uno no puede, por ejemplo, hablar y escuchar música, o follar y pensar, hay cosas que merecen absolutamente la exclusividad. Mi urgencia por leer choca con su urgencia por tocar, porque dentro de poco, el sábado, da un concierto, y yo tendré que ir porque sé que el concierto tendrá lugar, porque le oigo ensayar en su cuarto, tocar una y otra vez la misma secuencia de notas, la repetición infinita de un trozo de canción tan insípida como su personalidad. Canta (porque también canta). Y lo hace mal. El sábado dará un concierto porque nadie se ha atrevido nunca a decirle que canta mal, quizá para no herir sus sentimientos, quizá por pereza o por ignorancia. Cierro el libro. Me fumo un cigarro escuchando la música, su voz de gato en celo que gritan palabras de amor en inglés. Cuando no puedo soportar más la tortura, me levanto, cojo el abrigo y salgo a la calle. Carnaval.

Una hora más tarde, después de una cerveza en una soledad demasiado optimista en un bar cualquiera, decido realizar las llamadas de rigor, ante el panorama de una soledad algo menos soportable. Poco después mi cuerpo junto a otros cuerpos en una plaza con música en directo: la Rusa con Andrea, su nuevo ligue, mis amigos españoles, Elena sin su novio, y Mariam y sus amigas. Bebemos. Se forman grupos en función de las afinidades. Yo roto de un grupo a otro, robando risas mediocres de aquí y de allá, orbitando nerviosa a su alrededor sin permanecer demasiado en ningún sitio. Me pido otra cerveza. Desde la improvisada barra en el centro de la plaza contemplo los grupos aislados como islas. Decido llamar a R. Me dice que llegará en media hora, que tiene ganas de verme, de hacer el amor comigo. Vuelvo a la rotación, a la cerveza, a acumular cigarrillos en los pulmones. La Rusa dice que se va a casa, que tiene la regla y que, en vista de le será imposible follarse a su nuevo ligue hoy, prefiere posponer las caricias y los besos. Mañana nos vemos, me dice con el ceño fruncido. Se va como enfadada consigo misma. Su ligue permanece sentado en un banco fumándose un porro pensativo, lejos de los grupos y las risas. R, ¿cuándo coño vienes? Creo que ha pasado más de media hora, y que yo me siento incapaz de seguir con el teatro de la chica que frivoliza sobre cualquier tema de actualidad. Doy un gran trago a mi cereza. De repente, el ligue de la Rusa se me acerca. Me pregunta si me estoy divirtiendo. No, le respondo, no me estoy divirtiendo. Me dice que él tampoco. Ya lo sé, le contesto. Me mira fijamente. Tiene una nariz muy grande, una nariz que choca contra mi mejilla cuando me habla cerca. Me gustan los hombres con la nariz grande, puede que sea porque permiten que mi imaginación prevea otras cosas grandes y escondidas. Me dice, vámonos. Le miro y sonrío. No puedo, respondo. Da una calada a su porro sin mirarme y sonríe él también. En ese momento llega R con su boina y su bufanda, y su gran sonrisa que se alegra de verme, de estar por fin conmigo. Saluda. Andrea dice que se va a pedir una cerveza, nos sonríe y se va tocándose la nuca con la mano. Le sigo con la mirada despidiéndome de una de las posibilidades de salvar la noche.
Vuelvo a la boca de R, a su semana, sus manos, su cuello, a su trabajo en el albergue y a la cena de antes de ayer en su casa con sus amigos. Me dice que estoy muy guapa con la camisa que llevo puesta. La camisa no es mía, yo nunca compro ropa nueva, la camisa es de una amiga y, de alguna manera, me molesta que me diga que le gusta mi camisa. Yo no voy de yo, voy de mi amiga. Bebemos otra cerveza, nos besamos, hablamos, hasta que le digo, vámonos a casa. En casa beberemos un té, veremos una película, hablaremos un poco después de follar, y después él pondrá la alarma para irse a trabajar al día siguiente mientras mi cuerpo ocupa su lugar en la cama. El amor es lo que queda después del primer beso, de la primera noche, todo lo que sobrevive a la incertidumbre del principio, cuando los cuerpos todavía no se acompañan, cuando todavía son enemigos sobre la cama y se apuesta secretamente por cual de las dos almas será la que sufra más. Nos queda el amor, empezar a tomar la píldora anticonceptiva, el sexo sin riesgo, la vida sin riesgo, sin riesgo de perder, sin riesgo de ganar. El amor, hasta que empecemos ir al cine, a acompañarnos al cine, porque no tenemos nada de qué hablar, hasta que alguien con pinta de ser más interesante me pregunte en alguna fiesta si nos vamos, y yo le responda, si, vámonos, y todo vuelva a comenzar otra vez.

Cuando llegamos a casa mi madre me llama. Tu padre parece que está mejor hoy, me dice. Me parece una estupidez lo que para ella es motivo de alegría. Se está muriendo, y hasta que no se muera, tú también te estás muriendo. No le digo nada, escucho al otro lado del teléfono mientras R prepara té para dos.

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me gusta leerte. Eres valiente.

Anónimo dijo...

Creo que no es la primera vez que aparece el espanto en tus letras.

Anónimo dijo...

Es un rollo cuando alguien está en esas circunstancias y te dicen "está bien...., está mejor..".

Anónimo dijo...

bien bien bien!
no me gusta como se dipanan los argumentos, parece que se amontonen. pienso que debes gestionar mejor los espacios, o sea la manera como pausas una y otra cosa.


esto tiene que ver con los distintos niveles de la escritura.
de momento te digo solo que son tres, y tu, en mi punto de vista, te mueves principalmente en el primero y algunas veces en el segundo.

el tercero, si hay, no tiene intencion

Diana dijo...

Es así como funciono, me dan igual los "niveles de escritura" y pensar en que debería "gestionar los espacios" me suena a obras de infraestructura, a ocupar un puesto en un ayuntamiento.

Déjame en paz.

Anónimo dijo...

como quieras
saludos

Anónimo dijo...

Hay mucho tio coñazo por aquí, dando leccioncitas de literatura. El post de hoy está de puta madre, hostia.

Anónimo dijo...

pDiana, me enamoré de usted porque por las mujeres cotidianas sólo experimento compasión o nostalgia de alguna pasada compasión, en el supuesto caso de que el amor no sea un cóctel de compasión, nostalgia y unas gotas de la angostura del autoengaño. No es lascivia, sino profunda ternura por la desesperanza del hombre, cansado tragamillas que ante el fracaso del «sentimiento» y la «razón» descubre que no hay otra posibilidad de plenitud que el retorno a la placenta materna, pero no de «la madre vestida», es decir, de nuestras santas madres, sino de una espléndida «madre vestida» como usted, que nos regala la evidencia del reencuentro afortunado entre pecado y virtud más allá de la puerta estrecha que conduce a la ciudad doliente. Es usted la mejor «madre desnuda» de este milenio. Dejo constancia de que usted reina en mi mirada interior cada vez que emprendo el viaje hacia el imaginario de la Ciudad del Sol.
Quedo a su entera o parcial disposición.

Anónimo dijo...

lo siento mucho, Diana. Aunque parezcan palabras vacías, sé perfectamente por lo que estás pasando. Y es una putada que lo que mejor nos hace escribir siempre sea lo más doloroso.

Unknown dijo...

"no me gusta como se diparan los argumentos"

"...tiene que ver con los distintos niveles de la escritura"

"Dejo constancia de que usted reina en mi mirada interior cada vez que emprendo el viaje hacia el imaginario de la Ciudad del Sol"

diablos!!! diana, lo estás consiguiendo!! No sé exactamente el qué pero algo se está moviendo. Llegó la primavera, el amor flota en estas líneas.

Segundo nivel de escritura completado... abajo el periscopio... preparen cargas de profundidad...

un beso y... suerte.

Anónimo dijo...

Leerte me ha hecho bien.

Gracias.

Anónimo dijo...

Michel Houellebecq, considerado el enfant terrible de la literatura francesa, escribe en sus novelas cosas como: “Y entonces me di cuenta, con dulce incredulidad, de que iba a volver a ver a Valérie, y de que probablemente íbamos a ser felices”. El destinatario de Houellebecq acepta la cursilería procedente de un hombre en la medida en que sea una excepción dentro de un texto cínico, pornográfico y conservador. Si una mujer quisiera pronunciar palabras parecidas sobre el amor tendría que ser aún más hábil y perforar el discurso acudiendo, por ejemplo, a una escritura compleja, en cierto modo hermética, pues de lo contrario perdería toda autoridad al ser, hoy por hoy, su capital en materia de autoridad menor que el de un escritor masculino.
Houellebecq y la imaginaria autora, el uno con el cinismo y el discurso conservador, la otra con la complejidad y el hermetismo, no hacen sino plegarse al contorno que les marca el destinatario, obedecer a las prescripciones sobre aquello con lo que es posible bromear y aquello que es posible, pero sólo excepcionalmente, o bien de forma hermética, tomar en serio. ¿En qué medida uno y otro podrían no amoldarse sino quebrar por completo y dejar a un lado el perímetro que les marca el destinatario? En la medida en que fueran capaces de abandonarle, abandonando a su vez la tribuna de la literatura integrada y dominante.

Sir Alsen Bert dijo...

Yo me enamoré de Eritrea leyendo Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder.
Eritrea es el alma de ese puto libro. Sobraba lo de puto pero ha quedado escrito y lo escrito, nenes, ya lo dijo Pilatos, escrito está.

¿Cómo era en latín? Seguro que suena mejor.

PD: Al profe de escritura creativa: que no eres David Foster Wallace, joder...

Anónimo dijo...

Nunca me ha gustado Houellebecq, es como Easton Ellis pero en inglés. Echo de menos tus letras puestas en hilera.

Unknown dijo...

Años atrás, como una profunda y bella talla, dolorosa pero dulce, vi como marcabas de por vida,a él N.
Vuelvo a escuchar hablar de ti y sonrió.
Un día todos tuvimos una disfraz de súper-hombres, pero de tanto volar bajo el brillo superficial, nuestra capa perdió el color y ahora sentir cada poro del asfalto, nos hace más libres.
Hoy pasa un gran día.
Diana te invito a conocer una parte de mí.
robertoromera.blogspot.com
Te veré pronto.

Anónimo dijo...

estamos hartos ya de ver lo de "que hace tu padre, morirse", o se escribe o se cierra el blog. queda macabro ver siempre eso del padre que se muere.

Diana dijo...

Que te follen, imnbécil.

Escribo cuando tengo algo que decir. Hazte fan de Maruja Torres si quieres continuidad, gilipollas de los huevos.

Dejad de tocarme las pelotas.

Anónimo dijo...

joder el tiempo ke he tenido ke esperar para hacerme una paja con tu cara...
(con pañuelo - sin pañuelo)

(un yonki de la poesia)

Violeta dijo...

Sólo debe escribirse cuando realmente se tiene algo que decir, es cierto. No entiendo quiénes se creen algunos gilipollas que son para exigirte constancia, como si les debieses algo, encima de que la mayoría viene aquí solamente a babear. Escribe cuado te salga de las pelota, niña. Para leer post faltos de cualquier tipo de sentimiento y complejos de periodicidad caduca ya tenemos mil sitios adonde acudir.

Un abrazo.

Sir Alsen Bert dijo...

Yo quiero que Eritrea escriba un libro que se titule: Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder contado todo por Eritrea.

Anda, no nos jodas...

Don Peperomio dijo...

éste también me gustó mucho.

Te envidio.