jueves, 8 de enero de 2009

Tic, tac, tic, tac

Vengo de un cumpleaños.

Los cumpleaños son abusrdos, todos lo sabemos, como las fiestas de fin de carrera, o los viajes de fin de carrera, (o como las carreras en sí, pero ese es otro tema) o el día 24 de Diciembre con abuelos, tios, primos, y gente que en realidad no se soporta, ni se conoce, pero tiene que quererse a la fuerza porque así está estipulado, como todos esos eventos que se llevan a cabo con el mero propósito de señalar los acontecimientos. Todos esos eventos que se festejan para realizar pequeñas marcas concretas y físicas sobre el inabarcable concepto de tiempo que tanto asusta. Si, porque en realidad todos nos vamos a morir. Muy pronto, además. Pero conviene seguir haciendo círculos rojos alrededor de los días del calendario como si algunos fuesen más importantes que otros. Mi cumpleaños, cuánta importancia. La boda de Pili, cuánta importancia, Pedro que vuelve de Erasmus por Nochevieja, cuánta, pero cuánta importancia. Y el hecho es que nos vamos a morir y que el tiempo pasa, y al tiempo le da igual que sea tu cumpleaños, y probablemente a la gente también le de igual tu cumpleaños si no fuese porque, gracias a tu cumpleaños, pueden marcar en rojo otro día importante en el calendario y olvidar por un momento que su vida es absurda. Así son las cosas, otra cosa es que no las queramos ver.

Estoy tiritando.

Mi compañera de mi piso y yo tenemos maneras diferentes de concebir cuál sería la temperatura óptima para la conservación de un ser humano vivo. Por eso tirito, porque mi compañera de piso, al llevar más tiempo en esta casa, tiene mayor poder sobre las cosas que yo. Sobre las sartenes, los vasos, el tendedero de la ropa, y también sobre el aparatito de la calefacción. No sirve de nada que intente subirlo unos grados porque sé que después ella se encargará de bajarlo. Es más terca que yo. Desisto. En realidad he decidido que me gusta este frio. Tecleo con las manos congeladas, el clac, clac, clac de los dientes de arriba contra los de abajo, y me siento como un escritor que está empezando y por ello tiene que atravesar verdaderos infiernos para conseguir su propósito. Sufrir me hace sentir bien.

Estoy tiritando. En realidad es un poco incómodo. Pero he decidio que me gusta y el poder mental es más fuerte que cualquier contratiempo.

Decido si hacer una llamada, o si por el contrario permanecer en casa leyendo y escribiendo, buscando ideas para nuevos relatos. Cuando salgo me aburro y quiero volver a casa a escribir. Cuando escribo pienso que soy joven y que en realidad debería estar ahí fuera viviendo mi vida y celebrando un montón de fiestas de cumpleaños. Una cada día.
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Acaban de llamarme. Ahora debo decidir si salgo o no. Hace mucho frio en la calle. Estoy triste. Por otra parte puede que en mi casa haga más frio que en la calle. Salir para aburrirme, quedarme para odiarme a mí misma por ser así, salir para pasar frío, quedarme a pasar frio igualmente. Tic, tac, tic, tac.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te entiendo, no sabes como te entiendo.

Anónimo dijo...

"sufrir me hace sentir bien"
creo que venga de cuando uno sabe que siempre debe sufrir, por algo que lleva dentro

en efecto te da una ventaja, sobre quiensea y cualquiera cosa, solamente a precio de sufrir de verdad

personalmente creo que sufrir tenga un gran valor
sobre si se lo deberia evitar, posiblemente si, a un momento

creo que ocurra si encuentras a una persona de la cual te enamoras, y que te sepa amar

espero no te resulte inoportuno que te lo diga, pero espero que te occurra

otra cosa que podria decirte es que no debes darle tanta importancia a la racionalidad. se la debe temperar y moderar con las intucciones, las percepciones y los sentimientos

creo que sea positivo para ti poter contar tanto de como vives las cosas, ademas que ser una prueba significativa de escritura

aparte esto, deseo comentarte unas cuantas cosas mas