viernes, 9 de enero de 2009

Razones para no enamorarse de mí

Tengo en la mente un relato que podría llegar a estar bien, pero que seguramente convertiré en algo despreciable.

Tengo en la mete un relato, y anoche, después de que me resultara imposible alcanzar el orgasmo y de que se me negara sutilmente la posibilidad de un segundo coito (y por tanto, de un posible primer orgasmo) me dormí pensando en la estructura, y en el personaje, y en Van Gogh. Después, soñé con el relato, pero de una forma desordenada donde los acontecimientos se confundían unos con otros, y los pensamientos del personaje (femenino) pasaban a formar parte de la vida real siendo verbalizados por gente que conocía. Luego he soñado con mi padre. Mi padre hablaba desde su cama.

Después me he despertado con la canción de In the mood for love que R. ha descargado en su móvil como un pequeño homenaje a mi persona. No me gusta despertarme con esa canción, sinceramente. Ha dejado de ser especial. Me gustaría que las personas dejasen de manipular mis pequeñas pasiones, pero ese es otro tema. Decía, me he despertado con esa canción y he visto el cuerpo que tenía al lado, y una sonrisa y el sol que entraba por la ventana. Me he esforzado por sonreir y he sonreído. En esta vida lo importante es sonreir, aunque uno no tenga ganas. Luego he comenzado a pensar en lo poco que me interesa ser feliz, y en lo mucho que me interesa escribir mi relato, y en Van Gogh y en su hermano y en el cuadro que me acompaña siempre aunque un tremendo sol entre por la ventana. Y lo difícil que es levantarse por la mañana con una persona a tu lado que está tan empeñada en ser feliz, y he comenzado a odiar, y a maldecir, y a enfadarme con su felicidad, o con su deseo de felicidad. Después he besado y he abrazado, forzándome a olvidar todo eso, volviendo a la vida real, a la vida de una habitación iluminada por el sol que entra por la ventana.

En la ducha no me he reconocido y, mientras enjabonaba un cuerpo que no era el mío, pensaba en todo lo que quería escribir, en cómo hacerlo, y en que cada minuto que no se escribe se pierde, y seguía con esa sensación de irrealidad, de que verdaderamente Diana solo existía en mi cabeza, lo demás era piel, pelo y jabón, y sol entrando sin permiso en las habitaciones.

Ayer R. me pidió que le dejase entrar en mi cabeza. Me quedé en silencio. Supongo que esa fue la respuesta. La mejor respuesta que podía darle. Le miré mucho tiempo, luego le besé. Luego pensé en lo difícil que resulta abandonar los momentos. Lo dificil que es ponerle fin a un beso. Y el beso acabó y no sé muy bien quién de los dos decidió que el beso acababa, pero seguramente no fui yo.

Y ahora estoy aquí sobre la cama. Me duele la cabeza, probablemente de fumar tanto, pero ahora mismo me voy a encender otro cigarro. Así funciono yo. R. tiene sobre su mesa "El corazón es un cazador solitario". Me pregunto qué parte de ese libro se habrá quedado también en mi cabeza. Es un libro que me da constantemente ganas de llorar, y ahí está, en su mesa. En mi cabeza y en su mesa son dos libros completamente distintos, y cuando él lo lea serán dos libros completamente distintos. Como la canción y como el cuadro de Van Gogh. Por eso es imposible que yo pueda dejarle entrar en ningún sitio porque las cosas son muy diferentes aquí dentro en mi cabeza, y ahí fuera desde donde el sol entra. Podría haber obviado esta frase porque estaba claro, pero escribo automáticamente.

Y luego me acordé de que A. me había mandado un mensaje la noche anterior. "¿Nos bebemos ese café? ". Me he puesto contenta al pensar que le vería hoy, que tomaríamos algo. Ahora, si soy sincera, no me apetece nada levantarme de esta cama para tomar un café con nadie. Otra vez sonrisas y otra vez dos cabezas que tratan de tender puentes comprensibles mediante palabras.
Y otra vez nada, en definitiva.

Dime qué lees y te diré quién eres. "El corazón es un cazador solitario" solo le gustará porque me gusta a mi, porque yo le gusto. Quizá ni siquiera le guste, cosa que sería aún peor. Veo como todo se desvirtua, y veo como la mayor parte de las veces es por mi culpa. No puedo respetar a quien no admiro, y desgraciadamente, admiro a muy poca gente. ¿No puedo amar a quien no admiro? Me paso el día escuchándome sin conocerme. Me paso el día en desacuerdo conmigo misma para poder amar a los otros. Me paso el día tomando café pensando en lo todo lo que podría escribir si no tuviera que sobrevivir a la fuerza.

Maldita introspección.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribes mejor cuando no relatas (lo digo por el relatillo).

Diana dijo...

Será la ira, que me hace bien.

Anónimo dijo...

Yo diría que comprendes mejor lo real que lo que inventas o transformas, aunque probablemente me equivoque.