Hay mucha gente que odia a su madre. Lo he descubierto tecleando “odio a mi madre” en Google. No quiero pensar por qué lo he hecho. Sólo sé que hay muchas personas que no so soportan a sus madres, probablemente tampoco a sus padres, ni a nadie de su familia. Después he tecleado “quiero a mi madre”. Los resultados eran sobre todo frases que, si bien contenían esas cuatro palabras, éstas no estaban destinadas a significar lo mismo. Eran “No quiero a mi madre”, “No quiero ser como mi madre”, o bien, “Quiero matar a mi madre”. Vivimos en un mundo enfermo.
A mí me gustan mucho estos experimentos. En Internet la gente vuelca sus más oscuros pensamientos, sus deseos más inconfesables. Cuando alguien va en el autobús, no se imagina que la persona que tiene enfrente sueña con matar a su madre. Y lo cierto es que así es. Lo cierto es que la gente viaja en los autobuses, vende fruta, conduce taxis, e imparte clases de teoría de la literatura, queriendo matar a alguno de sus familiares.
En realidad, la mayoría de la gente que se sienta enfrente de ti en el metro, posee un cerebro enfermo. Pero eso nos da igual en el momento. Lo único que queremos es llegar a nuestra parada y encontrarnos con Juan, o con Pili, o con Raúl que lo ha dejado con la novia. Luego, quizá, cuando lleguemos a casa, teclearemos una frase de este tipo en Google que nos llevará a uno de esos blogs donde la gente escribe lo que verdaderamente siente, piensa o desearía hacer, sentir o pensar. Ese es el motivo por el cual la gente lee. Antes, a casi nadie le interesaban mis opiniones. He pasado media vida siendo reprobada por mis comentarios. Sin embargo, cuando la gente me lee me dice que le gusta lo que escribo, que cree que tengo talento. Lo único que puedo decir es que todos me dais mucho asco.
A todo el mundo, en realidad, le gustaría llegar a su parada y que Pili hablase abiertamente de las cosas, sin tapujos. A nadie le gusta tener un blog. A mí no me gusta, por ejemplo. Los blog me dan ganas de vomitar. Pero sé que si no lo hago algún día explotaré, y no quiero explotar, no quiero morir, aunque a veces parezca que si. Y en realidad a nadie le gusta escribir porque sí. A Borges, a lo mejor. Odio a Borges, odio ese tipo de literatura. Pero esto es algo que pienso hoy, y que seguramente mañana no piense. Es más, seguramente mañana me de vergüenza leer esto que he escrito hoy.
Bueno, pues solo eso, que la gente odia en secreto. Y cuando llegamos a las paradas de metro y nos reunimos con nuestros amigos, somos personas muy normales que olemos a perfume.
Yo he tenido un sueño extraño. He soñado con un niño. El niño, después, ha resultado ser mi hermano. Mi hermano vivo, no mi hermano muerto. Los muertos no se mueven, los muertos no piden Coca-Cola. Mi hermano pedía Coca-Cola, y yo le daba una lata muy pequeña y él la bebía feliz. Luego recuerdo que reía. Yo le daba muchos besos y el seguía riendo. Le hacía cosquillas, recuerdo que le hacía cosquillas en la espalda. A mí me gustaba que me lo hiciesen cuando era pequeña, probablemente por eso se lo hacía a él, porque pensaba que, si a mi me gustaba entonces, a él también podría gustarle. La mayoría de las veces la vida no funciona así, pero da igual. Las cosquillas hacen reír a la gente. Supongo que quería verle reír. Le sujetaba fuerte, le abrazaba. Temía que se fuese a alguna parte.
Sueño muchas veces cosas de ese tipo. Sueño continuamente esa sensación, la de que la gente va abandonarme. Es deprimente. Cuando he despertado, he visto que R. había desparecido. Luego he pensado que, seguramente, estaba en la ducha. Pero me ha costado un poco llegar a esa conclusión. No me gusta que la gente se vaya a la ducha sin avisar. No me gusta que la gente se muera sin avisar, aunque esto último no es culpa de la gente. No es culpa de nadie. R. no ha querido despertarme. R. pensaba que dormía plácidamente, que no quería despertar. Y lo cierto es que mi hermano tampoco sabía cuándo iba a morir. Nadie sabía nada. Yo era pequeña y ni siquiera había contemplado esa posibilidad. En Navidad, alguien dijo en mi casa que mi hermano tendría ahora diecinueve años. No he podido quitarme esa idea de la cabeza. Diecinueve años. Yo tengo veintitrés. Esta mañana me he asomado a la ventana. En Venecia hacía sol de nuevo. Mi hermano es un niño para siempre. La gente se muere y, en ese momento, deja de cumplir años. Los muertos siempre tienen la misma edad. Me parece ilógico, me parece inapropiado, que alguien proponga esa frase delante de una bandeja de langostinos. R. ha vuelto de la ducha y yo le he sonreído. Olía bien. Le he olido mucho rato. Luego me he sentado en la cama, y él se ha tumbado a mi lado, y ha comenzado a besarme y a acariciarme la espalda. Luego hemos desayunado. Me ha dicho: “esta noche te estaba mirando y de repente has sonreído, y me ha hecho mucha gracia.” He sonreído y le he besado. He terminado el café.
Cuando caminaba por la calle miraba a la gente que iba de un lado para otro. Iba con el Ipod, escuchando I’m only sleeping, y todo parecía una película. Con la música es como si todo tuviese más sentido, incluso las personas que hacen la compra, que lanzan la pelota al perro en la plaza, o que se hacen fotos de pareja en el puente de Rialto. Hace un día espléndido y Venecia está preciosa. Ni siquiera hace frío. Luego he llegado a mi casa y me he puesto a escribir.
Cita en Malasaña.
Hace 9 años
3 comentarios:
Yo me considero "gente". A mí no me gusta lo que escribes, yo tengo mucha curiosidad en lo que cuentas, eso sí. Que tienes talento es algo evidente, pero también es evidente que podrías escribir bastante mejor entre comillas de lo que lo haces en el blog.
Vuelvo a no creerte cuando escribes que todos damos mucho asco. Eso debe ser cosa del momento, de un día o de una semana pero no creo que sea cierto como tal porque de ser así ni tendrías los comentarios abiertos para que yo ahora te diga esto o aquél/la lo otro ni estaría tu mail por ahí por la red. Seguro, fijo.
Haz el favor de animarte, hostias, te podrás quejar me cago en dios y tienes a una erre ahí mirándote mientras duermes, no me jodas. Bah, lo dejo, ni en siete horas podría explicar lo que pienso aunque no deje de maquinar ni un solo instante.
Chafan es verdad lo que dices, tú no eres gente, eres gentuza. No te lo crees cuando ella te dice que das asco, pues créeme a mí. Das asco. Es muy normal que no la creas porque si lo hicieras demostrarías un poco de inteligencia.
Fíjate qué cosas, y entonces tú eres lo más machote que ha parido madre, ¿no? con tu nombre, tu apellido y tus argumentos convincentes. Que tu inteligencia te ayude para sobrellevar medianamente bien tu imbecilidad desbordante, ciao.
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