miércoles, 29 de octubre de 2008

Parole, parole, parole...

Que el lenguaje es una cosa que, en general, no sirve para nada lo sabemos todos. Que a veces, misteriosamente, una conveniente matización puede evitar que sucedan verdaderas catástrofes en el devenir de los acontecimientos, es algo que, sin estar seguros al cien por cien, hemos aprendido algunos. No sabemos ciertamente si este axioma se verefica en algún caso, pero es recomendable probar suerte. Por eso yo cuando hablo añado adjetivos y adverbios a los verbos y a los sustantivos, porque puede que en algún descuido de ese horrible monstruo (llámesele estupidez, incapacidad, distracción, o voluntad) que propicia el desentendimiento entre los humanos, alguien llegue a captar las frases en su debido contexto y con su debido significado.

Así, por ejemplo, en el verbo esperar solo encontramos una acepción de la que se podría inferir cierta pauta de conducta a seguir, que sería: No comenzar a actuar hasta que suceda algo. Pero como todos apreciaréis a esta frase le faltan muchas matizaciones para llegar a concluir algún tipo de sistema de actuación. Esto es, por ejemplo, que puedes no actuar en un campo, pero puedes, por ejemplo actuar en otro, porque en ningún momento encontramos una indicación precisa de lo que realmente significa esperar.

Todo esto viene porque ayer, como todos habréis presupuesto, salí hasta las tantas. En la constante alternancia de personas y conversaciones que constituyen mis salidas nocturnas fui a dar con el grupo de Federico and friends que me acogieron cual hija pródiga (ha pasado bastante tiempo hasta que hemos retomado relación) y me acompañaron a casa porque da la casualidad de que soy vecina de todo el mundo. En una de estas incursiones en su grupo reparé, una vez más, en el increíble atractivo físico de Federico. Como soy una persona con una gran vida interior que alberga al menos diez pensamientos elevados por día, esto no pareció suficiente y creí conveniente tantear un poco el terreno y ver qué se cocía en los vericuetos de su cerebro. En ese momento Federico, que quizá esté dotado con el increíble don de leer las mentes ajenas (como yo), hizo un comentario cargado de inteligencia y suspicacia que significó para mí el pistoletazo de salida para dedicar al menos una semana a profundizar en este simpático italiano con gafas de pasta.

Está decidido. De Filippo no sé nada, mucho anuncio de Calvin Klein pero, sinceramente, no me lo imagino en una charla sobre el existencialismo de Sartre, si no más bien comiendo Doritos mientras ve el fútbol en calzoncillos hasta que su madre lo llama para cenar. Federico tiene argumentos, sentido del humor y mucho estilo para vestir.

Quizá si Andrea hubiera especificado, si hubiera añadido algún tipo de adverbio a la bendita acción de la espera podría considerar otras posibilidades, pero sin más información que un verbo escuálido está claro que puedo esperar como me de la gana.

Así que, está claro: el mundo funciona verdaderamente mal y la culpa es nuestra por utlizar frases cojas. Elaborar discursos meticulosamente solo significa una posibilidad más entre un millón de que alguien entienda algo. Allá vosotros, no sé si conviene verdaderamente hacer el esfuerzo.

En otro orden de cosas, a todos aquellos que penséis que Emil Michel Cioran está muerto, (en caso de que alguno de vosotros sepa quién es este señor) os diré que os equivocáis absolutamente: Emil Michel Cioran sigue en este mundo y, concretamente, vive en mi barrio. Lo he visto esta mañana y, mientras pensaba en excusarme por haber apartado la iluminadora lectura de sus libros de mi vida, (ahora que no sueño con la comunión de las almas y solo aspiro a la superficialidad de las sonrisas fraternales y al intercambio de palabras vacías de sentido pero cargadas de buenas intenciones) junto con Pessoa, Faulkner, Onetti y Schopenhauer, que, digo yo, tendrán que vivir o en Castello o en Dorsoduro. Por que a Venecia venimos a parar los cerebros cansados de preguntarnos acerca de la existencia sin llegar jamás a alumbrar respuestas definitivas. Aquí uno vive dentro de sí mismo y se deja engullir por la ciudad que a veces golpea y a veces acaricia, aquí uno asiste a la única comunión posible, al único verdadero conocimiento que es el de uno mismo, aunque esto signifique renunciar a la idea del prójimo.

Esta noche hay un concierto en el centro cultural Boldú, donde me han ofrecido (no sé hasta que punto podrá llegar a ser factible) hacer la presentación de mi libro (que, últimas noticias del editor, al final sale en Febrero). Solo la haré si eso significa follar más (es inherente a la renuncia del entendimiento de los hombres, la búsqueda del placer carnal y del continuo deleite de los sentidos) así que si tendré que averiguar si interesa o no dar el paso y leer toda esa mierda a gente que no va a entender nada. Porque yo escribo, si, pero como hemos dicho antes, las palabras...

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